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La belleza de armonizar fe y razón

La belleza de armonizar fe y razón

El cambio de época actual que vivimos, carente de valores e individualista, pasó de una época crítica e individualista a otra más testimonial y orgánica, en la cual se requiere educar de modo atrayente a los niños y jóvenes en valores y en un estilo de vida evangélica.  Esta es una tarea realmente apremiante, fundada en el diálogo fe y razón, que involucra a todos los protagonistas de la educación: padres de familia, profesores y sacerdotes.

Algunos aspectos importantes

Necesitamos la acogida del grandioso don de la fe recibido por medio de la Iglesia. La fe en Jesucristo se articula en la experiencia del verdadero amor y sabe superar el dolor, compañero de camino de todo ser humano. Requerimos una misión activa de los padres de familia, profesores y sacerdotes, tanto para acojer la experiencia del acontecimiento pascual del Señor en clave kerygmática y discipular, como para comunicar este acontecimiento a las nuevas generaciones. 

Desde la pastoral, vamos comprendiendo que un proceso educativo auténtico tiene en la base la experiencia de comunión conyugal que custodia, revela y comunica el verdadero amor. La comunión universitaria entre fe y razón, entre un saber por sus últimas causas y el saber por causas próximas, que responda a los grandes interrogantes sobre la verdad que salva. La comunión eclesial como misterio que purifica, redime y eleva integralmente la vida humana, devolviéndole su unidad. Un proceso educativo así facilita en un alto porcentaje la efectividad en la evidente crisis de la familia moderna, secularizada, privatizada, dominada por el sujeto emotivo y que ha separado la persona de la naturaleza, no obstante que la familia es el nervio vital de la sociedad y de la Iglesia.

La superación del sujeto emotivo y líquido, así como del autismo digital que ha producido el modernismo, requiere saber educar en la correcta libertad que sabe elegir y optar por el auténtico bien, así como forjarse en la disciplina, particularmente necesaria hoy que el conocimiento se ha reducido drásticamente a lo virtual dejando de lado la experiencia real. Estos valores son imprescindibles para tener niños y jóvenes valientes, capaces de superar las dificultades, capaces de grandes opciones y compromisos, capaces de establecer alianza con Dios y con los hombres, capaces de descubrir la sabiduría de la cruz porque han optado por un estilo de vida donde voluntariamente saben ir muriendo al hombre viejo, posesivo, hipersensible y egocéntrico.

El educador debe ser testigo del bien y de la verdad, misericordioso, porque él mismo ha descubierto el camino de la conversión y de la perseverancia, luchando por volver a ponerse en sintonía con su misión, aneja a su condición de padre de familia, catedrático o sacerdote. En la medida que la autoridad del educador se recobra con responsabilidad y animada por la belleza de las virtudes teologales los efectos en cada familia, en las aulas universitarias y en las parroquias vuelven atrayente la novedad evangélica.

Concluyo citando al Papa Benedicto XVI: “sólo su amor [Dios] no puede ser destruido por la muerte; sólo su justicia y su misericordia pueden sanar las injusticias y recompensar los sufrimientos soportados. La esperanza que se dirige a Dios no es jamás una esperanza sólo para mí; al mismo tiempo, es siempre una esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y en el amor” (Sobre la tarea urgente de la educación, Roma 2008).

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             Maestra Wendy de Cardona                 Docente Facultad de Ciencias y Humanidades

En mi experiencia personal, la dinámica ha sido provechosa no solo por la disposición y capacitación constante en temas educativos, sino también por el interés de la institución en brindar una enseñanza universitaria integral, tal como lo expone el modelo personalista.

Mi experiencia respecto a compartir el aula con estudiantes que poseen capacidades especiales ha sido todo un reto, ya que no solo se traba de llegar e impartir contenidos, sino de acercarse a ellos con la empatía y la prudencia requerida para identificar sus necesidades educativas, de inserción al ámbito escolar universitario y, en algunos casos, establecer estrategias diferentes para su aprendizaje, según la carrera que han elegido.

 

 

 

 

 

 

                Maestro Francisco Javier Clemente              Docente Investigador Facultad de Ingeniería y Arquitectura

Recuerdo el caso de una alumna con problemas de audición que solicitó permiso para que su madre estuviera presente para transcribir la clase. Investigué cómo incluir subtítulos en todas mis clases, asegurando su plena inclusión. Con otros alumnos con dificultades de aprendizaje, busqué métodos personalizados, logrando excelentes resultados.

Ha sido un compromiso personal y profesional garantizar la inclusividad y accesibilidad de mis clases para todos los alumnos, incluyendo aquellos con discapacidades. Me esfuerzo por conocer a mis estudiantes, identificar posibles discapacidades o dificultades en el aprendizaje y ajustar el material didáctico para respaldar diversos estilos de aprendizaje. Además, investigo y aplico tecnologías que faciliten la participación de mis alumnos.

Considero esencial que como docentes y seres humanos aprendamos más sobre educación inclusiva y mejoremos la comunicación con estudiantes que enfrentan diversos desafíos. La inclusión es crucial para que todos se sientan valorados, y esta dedicación ha transformado la experiencia educativa, creando un entorno donde cada estudiante puede alcanzar su máximo potencial.