LA CATEDRAL DE SANTA ANA
“La primera piedra se colocó en 1906 y estamos en 2019, 113 años y la catedral no está concluida”, así lo comparte el arquitecto Julio Nájera, Director de la Unidad de Diseño Arquitectónico de UNICAES y autor del libro “La catedral de Santa Ana”, que se publica este mes, en el marco de los 450 años de fundación de la Ciudad Morena. Para el autor, la Catedral es un ejemplo arquitectónico, un edificio histórico, un destino turístico, un referente urbano; pero ante todo, es la principal Iglesia de la catolicidad santaneca, sede del Obispado. Por tanto: ¡hay que protegerla!
En las siguientes líneas, el arquitecto Nájera traza un recorrido por los hechos históricos y culturales que fueron dando rostro y vida a la Ciudad de Santa Ana.
Arquitecto Nájera, ¿cómo comenzó la historia?
Bueno, en la zona, en la región donde nosotros vivimos, hubo asentamientos precolombinos; hay varios registros de distintas tribus que habitaban la zona. En 1560 el Reino de Guatemala ya tenía varias décadas de estar funcionando y su administración estaba en lo que ahora conocemos como Antigua Guatemala. En el lugar habían riquezas, mucha actividad comercial, nosotros estábamos en las orillas, El Salvador prácticamente que no existía, porque formábamos parte del reino, eran las orillas, eran las tierras pobres, de eso dan testimonio nuestras ruinas arqueológicas que no se comparan con las del resto del mundo Maya; aquí eran piedras pegadas con lodo. En ese entonces, sobresalía el cultivo del añil y la producción de madera. Mientras que la zona de Guatemala era riquísima y grande, tenían la Capitanía General, tenían ya una universidad, la de San Carlos Borromeo; había múltiples conventos, grandes iglesias que todavía existen; ahí vivieron los conquistadores, sus descendientes. Eran edificios bellísimos, que todavía están de pie, a pesar de los múltiples terremotos que han sufrido.
Cerca de 1565 hay cambio de obispo en la Diócesis de Guatemala que se extendía en todo el terreno del Reino y nos incluía a nosotros. Se nombró al Obispo Bernardino Villalpando quien durante su periodo enfrentó problemas con el clero guatemalteco, por ciertas normativas que él quería darle cumplimiento, aconsejadas por el Concilio de Trento. Enfermó, desesperado por la desobediencia clerical, abandona Guatemala y se dedica a hacer visitas pastorales al interior del Reino.
El 25 de julio de 1569 día de Santiago Apóstol, se detiene en Chalchuapa, y funda ahí la Parroquia de Santiago de los Caballeros. Posteriormente, se construye la magnífica iglesia colonial. Al día siguiente, sigue caminando, se detiene en el caserío de Sihuatehuacán, conformado por varias tribus, asentadas alrededor de varios nacimientos de agua, Chacalcingo , Apancín, Apanteos, Apanchacal, Sapoapa, que todavía existen, se enamora de este paraje verde, lleno de vida, de gente agradable y se estableció en este lugar poniendolo bajo la protección de Señora Santa Ana.
El 26 de julio de 1569, hace exactamente 450 años nace el nombre de esta localidad, Santa Ana; inmediatamente, cuenta la historia, que los indios, junto con el séquito del Obispo comenzaron a cortar horcones e hicieron la primera ermita, en lo que ahora conocemos como el centro histórico de la ciudad, que dos o tres años más tarde comienzan a construir una iglesia de diseño colonial, que tuvo presencia más de 300 años. Así nace este asentamiento, era pobre, éramos las orillas, eran más importantes Chalchuapa, Metapán, Sonsonate, Caluco y Texistepeque.
¿Cómo Santa Ana se vuelve una ciudad pujante, una ciudad más viva como la conocemos ahora?
Con el tiempo, el tiempo pasa lento, pasa despacio, esto era una aldea, un caserío, pocas casas de teja, poca población; pero sí había familias: ladinos, criollos, españoles, muchos indígenas. A mediados del siglo XIX, en el país y también en esta zona cultivaba poco café, y los gobernantes de esta época, se percataron que el café, a nivel internacional, tenía demanda y era bien pagado; era un monocultivo fácil de producir y aquí habían muchas tierras con posibilidades, que no tenían una explotación propia, habían tierras disponibles, principalmente en las zonas altas.
El gobierno impulsó, alrededor de la década de 1850, una idea en toda la República, estaba reciente la época de la Federación Centroamericana, nos hemos saltado la independencia, donde se colocaban los intereses económicos de varias familias por querer limitar territorios; todas esas familias eran dueñas de tierras y vieron con buenos ojos sembrar café. El gobierno estableció un incentivo para las personas o familias, se les iba a donar tierra a razón de 6 y hasta 20 manzanas para quienes se dedicaran al cultivo, con la obligación de que si después de un año no habían cultivado, se las iban a quitar. Era un proyecto donde se les dejaba un porcentaje de tierra para su propio mantenimiento, para la fruta, para un huerto casero, para granja y ganado; y la mayoría del terreno era para el café. Con el cultivo del café a gran escala se le abrieron al país grandes posibilidades en todo el mundo; entonces, comienza el café en los primeros días, a crecer y las exportaciones se dispararon en cuestión de años, había una riqueza, se comenzaron a crear carreteras, para llevar el producto de aquí a la orilla del Pacífico, se construyen el puerto de La Libertad, el Puerto de Acajutla, se establecieron dos líneas del ferrocarril para Santa Ana. Esta era la zona cafetalera por excelencia.
Todo eso se traduce en que la ciudad crece, se ordena, la administración mejora, las familias cafetaleras pueden envían a sus hijos a estudiar a Europa. Las buenas costumbres, el teatro, la importación de vehículos, vienen de gente que estaba en contacto con el mercado internacional. Así nace el Casino santaneco, los clubs, los bancos, la comida internacional, hoteles, etc. Estamos hablando que, de mediados del siglo XIX, hasta los primeros años del siglo XX, había una pujanza terrible. Santa Ana era conocida por su café en todo el mundo.
¿Santa Ana sigue siendo esa ciudad pujante, conocida por su café?
La Primera Guerra Mundial trajo frenos en los mercados internacionales: 1917-1920. La gran depresión mundial, los grandes países del mundo se ven frenados, la bolsa internacional se desploma, eso nos afectó, porque no teníamos otras alternativas industriales. No teníamos textiles fuertes, por ejemplo. Además, Centroamérica siempre se caracterizó por la vulnerabilidad política, las revoluciones, los descontentos, los fenómenos naturales, eso trae una incidencia terrible en la economía. Y a la cola de los problemas se sumó la plaga de la Roya que aún persiste a menor escala.
En consecuencia, hubo una caída del café en Centroamérica. El café se sigue cultivando; pero, ahorita, producir un quintal cuesta 85 dólares para venderlo en poco más de 50 dólares, producir cuesta casi el doble del precio internacional. Lo que se pelea mucho ahora es la calidad del producto, la exportación ya es complicada; entonces los productores crean sus propias líneas, estimulan el uso del café pero con calidad, exclusivos. Ya no es la producción en masa, producen poco, por calidad y manejan todo el concepto.
Sobre la figura de Señora Santa Ana, ¿cuándo llega la imagen a la Iglesia para darle rostro y hacer vida el nombre de la ciudad?
Lo de la imagen es un enigma, alrededor de la imagen de nuestra Señora Santa Ana hay leyendas. Yo las he oído idénticas en otras ciudades; aquí mismo hay leyendas calcadas y entonces lo mejor es documentarse.
La imagen es de talla de bulto redondo, esto significa que se puede ver los 360 grados a la redonda y está tallado sobre una sola pieza de cedro debidamente policromada, estofada, que es la aplicación de oro en la pintura, eso lleva un proceso ordenado, especial. Las aureolas que se utilizan, normalmente, son de plata y de bronce calado y repujado. Así está hecha la imagen de Señora Santa Ana. Pero por el estilo que tiene la imagen se deduce que no es muy antigua como su veneración; de hecho, adentro de la Catedral de Santa Ana hay imágenes más antiguas que la misma imagen de señora Santa Ana.
La Catedral es un icono, sin duda, ¿de qué más hay que sentirse orgullosos?
De muchas cosas. Para mí es ejemplar la conducta de ese pueblo con formación cristiana, que con base a sus principios morales y de su fe levantaron esta ciudad con gran empuje. Ya tenían su Iglesita, pero no, no, no, necesitaban hacer algo más. Y lo digo con respeto: sin pedirle cinco centavos a nadie, levantaron esa preciosa Iglesia que ahora a nuestras generaciones les cuesta darle mantenimiento. ¿Cómo es posible que un par de generaciones con el espíritu bien puesto levantaron esa Iglesia, que es un orgullo, es un ejemplo arquitectónico, es un edifico histórico, es un destino turístico, es un referente urbano y encima de eso es la principal Iglesia de la catolicidad santaneca, sede del obispado? Yo le digo, toda la gente con las redes sociales y con los viajes, uno puede ir a otro lugar del mundo, y no tenemos nada que envidiarles a otros países. La Iglesia es preciosa, bien hecha, grande, cumple con muchos cánones del estilo y de la belleza arquitectónica, y pudiéramos sentirnos más orgullosos si lográramos terminarla y darle mantenimiento perpetuo porque lo merece y lo necesita la Iglesia, si no la protegemos hoy, si no la cuidamos hoy, puede ser que dentro de poco tiempo se dañe más y solo nos quedarán los recuerdos.
Uno de los aportes que usted ha hecho tiene que ver con documentar parte de la historia, parte de su trabajo arquitectónico, en su libro “La Catedral de Santa Ana”…
Esto que hemos hablado, todo está debidamente documentado y registrado en el libro que estamos publicando en este mes, que se llama “La Catedral de Santa Ana”; ahora, el libro se enfoca especialmente en el edificio. Estamos hablando de la historia del edificio, la historia que incide en cómo se hizo la construcción.
Si nos ponemos a hacer un listado de nombres de quiénes han contribuido, publicaríamos 20 libros más, pero sólo se mencionan los nombres de las personas más importantes, que tuvieron más incidencia en sus inicios y se mencionan, los esfuerzos que se han hecho históricamente por tratar de terminarla; porque la Iglesia es un edificio inconcluso. Una catedral inconclusa. En el libro acentúo eso, porque está desprotegida, se ve linda, se ve lindo el ladrillo visto, pero ese ladrillo está sufriendo porque la Catedral no tiene piel, no está protegida, no tiene un repello, está expuesta, esa masa, esa monumentalidad de millones de ladrillos, absorben el agua lluvia, el sol la seca, es un proceso día tras día, mes a mes, año tras año, y después de los años se enferma la piel. Necesitamos proteger la Iglesia.
El libro está orientado a que valoremos lo que tenemos, lo protejamos y ojalá que nos sigamos tomando fotos con la Catedral otros 1000 años, porque apenas la Catedral ha pasado 113 años; la primera piedra se colocó en 1906 y estamos en 2019, 113 años que se colocó la primera piedra y no está concluida. Hay que protegerla. La ciudad es bella, si la pudiéramos mantener limpia con menos contaminación visual atraeríamos más al turismo.
Para ampliar referencias, participa de la presentación oficial del libro en UNICAES
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