Ser líder en la actualidad
A lo largo de la historia, los estereotipos del líder perfecto siempre han presentado características en común que los ponen en dirigencias o por sobre el resto de personas: el vencedor, el más fuerte, el más astuto, el más preparado académicamente; incluso, el popular. Este último, parece que ha tomado mucho auge y aceptación en los últimos años.
El liderazgo, de alguna u otra manera, siempre implica el ejercicio de un grado de poder sobre otros. Ya sea como líder de iglesia, comunal, municipal, de país o región, ese poder debe ser dirigido hacia el bien. El líder debe tener cualidades inherentes que hagan que el resto le sigan y confíen en él hacia un fin en común.
¿Por qué es tan importante ser líder, hoy?
El acelerado avance tecnológico, el deterioro de los recursos naturales, la constante violación de derechos humanos, la desigualdad y la intervención de agendas ideológicas en el orden social hacen que cada día sea más necesario que surjan más y más líderes comprometidos.
La historia le ha enseñado a la humanidad que el liderazgo prepotente y falto de sentido común: no funciona. Lastimosamente, cada episodio que se sigue escribiendo va mostrando que los líderes continúan con la visión expansionista, parcial y de intereses particulares que no permite llegar a aquellos que guardan la esperanza en ellos.
Es sumamente importante volcarse hacia la vivencia de un verdadero liderazgo porque la humanidad lo necesita. Las comunidades, los más desfavorecidos, las economías y las nuevas generaciones necesitan líderes que promuevan la paz, la educación, el desarrollo, el bien común; pero no solo que la promuevan, sino que vivan acorde a lo que desean para los demás.
Si el liderazgo proviene de un cristiano formado, comprometido y moralmente capacitado, con mayor razón tiene el compromiso de ser reflejo de su fe y del mandato de Cristo de “amar al prójimo como a sí mismo” (Mt.26, 39). Ese amor que no se trata de sentimentalismo, sino de mejorarle la vida a otros, darles la oportunidad de tener mejores condiciones en su familia, garantizar su futuro. Eso sería mayor muestra de amor por el prójimo, que solo un gesto, una palabra o una limosna. Ese es el amor que debe estar reflejado en la búsqueda del bien común.
Por supuesto, el buen líder siempre encontrará obstáculos.
Hoy en día, el ejercicio del verdadero liderazgo asume retos que pueden llevar a muchos a dar un paso atrás y a no asumir compromisos. Implica exponerse a corrientes de pensamiento muy enraizadas en las estructuras (eclesiales, sociales, políticas, etc.) que se niegan a encaminar hacia el bien la administración del poder.
Muchos son los ejemplos de líderes asesinados en Latinoamérica por su pronunciamiento ante la violación de derechos comunes. Algunos de ellos por preservar el medio ambiente. (Bertha Cáceres. 3 de marzo, 2016, La Esperanza, Honduras); otros por desafiar en nombre de los pueblos, con la contundencia de sus palabra, liderazgo, verdad y fe, a estructuras de poder (San Óscar Romero, 24 de marzo, 1980. San Salvador).
El peligro o los retos que aún representa desarrollar un liderazgo verdadero y orientado hacia el bien, solo denota que quienes están (y no se van) únicamente buscan la oportunidad para estar sobre los demás. Además, de reflejar a todas luces que jamás se formaron en el verdadero propósito de liderar; nunca buscaron el bien para los demás, sino propósitos particulares.
El reto más grande para quienes hoy buscan ser líderes verdaderos y orientados hacia el bien, es: entender que el poder o la autoridad que se puede llegar a tener es un servicio. No caer en la tentación del dominio de los demás, la grandeza y el autoritarismo.
Si se logra sembrar la semilla del buen liderazgo en cada ciudadano, los sistemas que frenan el desarrollo de las sociedades caerían sin oportunidad de levantarse.
El reto del líder debe ser mantenerse en pie, ser humilde y reconocer que “no hay autoridad que no venga de Dios” (Rom. 13, 1).
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