Arquitectura sustentable
La arquitecta ganadora del Premio Pritzker en 2020, Shelley McNamara afirma que: “La arquitectura es un marco para la vida humana. Nos ancla y nos conecta al mundo de una manera que posiblemente ninguna otra disciplina espacial pueda”. Con estas palabras la autora resalta la obligación que el diseñador tiene con el medio ambiente y cómo la arquitectura trasciende hacia al futuro.
La arquitectura es una de las profesiones más antiguas en la historia y busca adaptar, remodelar o diseñar espacios para poder solventar las necesidades espaciales del ser humano y poder realizar las actividades de la mejor forma posible. Se rige bajo los factores de estudio de la forma, función y tecnología, este último se basa en los avances de los tipos de materiales y sistemas constructivos que van surgiendo gracias a los avances en las técnicas de fabricación, y es en esta área en que más impacto se ha identificado la necesidad del término “sustentable”. Esto porque desde los resultados de la revolución industrial, (inicios de 1760), se ha visto en el medio ambiente el impacto que se ha tenido, y casi 200 años después, en 1979 dio inicio la acción de hacer conciencia de la amenaza real que es el cambio climático, gracias a la Conferencia Mundial sobre el Clima.
Por otra parte, desde los años 1900 grandes autores en la arquitectura habían comenzado a analizar la importancia de la integración del medio ambiente a los proyectos, destacándose en ello Walter Gropius y Le Corbusier en la arquitectura moderna y Frank Lloyd Wright en la arquitectura orgánica, dando inicio a la arquitectura sostenible. Citando una frase célebre de Le Corbusier: “La arquitectura es el punto de partida del que quiera llevar a la humanidad hacia un porvenir mejor”.
El término arquitectura sostenible se deriva del concepto de “sustentabilidad”, que según la Comisión Mundial de Ambiente y Desarrollo (World Comisión on Enviroment and Development) es “el desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad para que las futuras generaciones puedan satisfacer sus propias necesidades.” Esto se apoya, generalmente, en tres pilares: social, económico y ambiental.
La arquitectura tiene diferentes campos de acción para que el diseñador pueda brindar su aporte, por ejemplo: reducir el consumo de energía eléctrica, gracias a un buen manejo de la iluminación y ventilación natural apoyándose en un buen análisis de sitio, manejo eficiente del agua potable y proponer la mejor orientación del proyecto. Estos son solo algunos de los criterios más factibles, pero hay otros factores como el reciclaje, la elección de materiales de construcción con un proceso eficiente en su producción, energías renovables, reutilización de aguas, entre otros.
Ahora bien, para que las acciones mencionadas anteriormente puedan implementarse en la arquitectura, debe tomarse en cuenta un equilibrio entre la relación costo-beneficio. Se pueden encontrar disponibles en el mercado materiales, sistemas y procesos constructivos amigables con el medio ambiente, pero sus costos están arriba del promedio y eso dificulta que se puedan implementar, en ocasiones se vuelve una especie de moda o tendencia para un pequeño grupo de personas, que lo pueden costear o adquirir. Por ello, esta área se ve muy afectada debido a los elevados costos de producción, reciclaje, y la mano de obra altamente capacitada para la producción o los costos de investigación y desarrollo que se necesitan para volverse un sistema amigable con el medio ambiente.
La sustentabilidad aplicada al diseño tiene más de 100 años de estar en el campo de acción del arquitecto, pero aún falta, acortar la brecha entre la relación costo-beneficio en la parte tecnológica para que la adquisición de materiales amigables con el medioambiente o reciclados, fabricados con sistemas eficientes o con energías alternativas, puedan estar más al alcance del propietario y poder implementarse con más frecuencia en los proyectos que se diseñan.
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