Investigación en tiempos de pandemia: un cambio de 180 grados
Por Dra. Larissa Hernández / larissa.hernandez@catolica.edu.sv
La investigación científica es un motor para el impulso económico, social y cultural de un país, ya que los avances en la ciencia y la tecnología promueven el desarrollo en todos los ámbitos de la sociedad. Tradicionalmente, la investigación se caracteriza por ser un proceso sistematizado, que requiere la capacidad de observación del investigador; además de tener la experticia de saber a quiénes, dónde, cómo y cuándo conseguir datos. Una vez finalizado este proceso, llega el paso de la interpretación de información y, posteriormente, el de compartir los resultados a través de artículos o ponencias en congresos nacionales e internacionales. Todo, con el propósito de aportar nuevos conocimientos que ayuden a resolver o a comprender problemas que se suscitan en la sociedad.
Como investigadores es necesario adaptarnos a los cambios e ir siempre en la búsqueda de la verdad
Lo descrito anteriormente es la forma en la que desde hace años se ha venido haciendo investigación, pero el mundo cambia constantemente y cada día trae su afán; estos cambios traen nuevas formas y desafíos de hacer las cosas; sin embargo, estos últimos se deben afrontar de la mejor manera posible para descubrir nuevas oportunidades.
Un cambio que ha sufrido la investigación a raíz de la pandemia se ha dado en el trabajo de campo, una de las partes más importantes de la investigación, pues es donde realmente el investigador ¡vive la realidad! Y, sinceramente, es lo que más se anhela realizar, ya que se puede compartir directamente con las personas y en ese compartir se extrae más información. Desde la experiencia que se ha adquirido en estos años en investigación, se afirma que al hablar con las personas se puede denotar con el tono de voz o un gesto el agrado o desagrado de las respuestas que emiten ante las preguntas y esto permite obtener indirectamente información extra. Algo similar acontece cuando se usa la técnica de la observación, pues el investigador percibe detalles en el comportamiento y el entorno que rodea a las personas. Ahora, en el contexto de emergencia sanitaria, se ha cortado esa vivencia; y se llega a pensar que, definitivamente, la interacción directa y personal es fundamental para la recolección de datos.
Recuerdo una ocasión en la que se visitó una escuela para realizar entrevistas a los docentes, una maestra al principio se mostró desconfiada porque pensó que era para evaluar su trabajo, pero cuando se le explicó el motivo de la investigación cambió su actitud. En otra ocasión, se tuvo la oportunidad de encuestar a personas de la zona costera, ir a ese lugar y ver cómo vive la mayoría de ellos: en casas hechas de madera, palmas de coco, láminas y otros materiales; fue impactante, pero es la realidad. Así se pueden enumerar muchas más experiencias.
En la actualidad, las técnicas tradicionales de investigación se han sustituido por cuestionarios enviados por correo electrónico, WhatsApp, Facebook u otro medio electrónico; las entrevistas ahora son llamadas a través de Google Meet u otra plataforma para lograr obtener la información. También, se acentuó la investigación documental, en donde el investigador busca y analiza información de publicaciones de otros autores. Sin duda, estos medios colaboran en el proceso de recolección de información, pero se carece de ese contacto cara a cara donde se puede percibir más allá de lo estrictamente puntual del dato y se cambia el ambiente tradicional de hacer el trabajo de campo.
Si bien es cierto que estos cambios no son malos, pues se aprendió a usar recursos digitales y a hacer una búsqueda más exhaustiva de información; este trabajo de campo se volvió frío, por decir una palabra que describa esta etapa. Sin embargo, como investigadores es necesario adaptarnos a los cambios e ir siempre en la búsqueda de la verdad, ya que no hay que perder de vista que con las investigaciones se ayuda al desarrollo de la sociedad.
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