Saber caminar acompañados
Por M.Sc. Ana Perlera de Escalante / ana.perlera@catolica.edu.sv
Con ocasión del inicio del Año de la Familia, inaugurado por el Papa Francisco, el 19 de marzo de 2021; fecha donde se celebra, además, el 5º aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (AL), sobre la belleza y la alegría del amor familiar, no es casualidad que el Santo Padre dedique su intención de oración del mes de junio a la belleza del matrimonio: un viaje comprometido que nos invita a caminar acompañados.
Es un viaje comprometido, pero vale la pena animarse.
El matrimonio es una experiencia que comienza con un sí, que ha sido marcado con el designio de Dios en nuestras vidas pensado desde la eternidad. Sin embargo, iniciar una vida junto a otra persona manifiesta decisiones que no solo nacen de un corazón enamorado, sino de la valentía de superar cualquier circunstancia que aparezcan día a día, aceptando virtudes y defectos del otro que camina junto a mí y que ha dispuesto luchar en los momentos en donde se requiere fuerza y alegría para salir adelante.
La sociedad actual, muchas veces transmite mensajes que desaniman a las parejas jóvenes a creer en el matrimonio, exponiendo de forma negativa los roles, responsabilidades, la economía compartida y la paternidad; muestran al matrimonio como algo peyorativo para el continuo desarrollo personal y profesional. No obstante, el saber que uno y el otro comparten desde los más sencillos detalles de vida cotidiana hasta las realidades más duras, confirma que el matrimonio “puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo” (AL 66).
¡El mundo de hoy necesita esta luz! Los jóvenes que eligen la vocación del matrimonio deben ser vistos entre nosotros con ojos de amor valiente, decidido y alegre, pues su vocación representa una de las formas de entrega personal que engrandecen al ser humano y supone una donación de las virtudes para la construcción de una sociedad mejor.
Es conocido que la existencia humana ha mantenido esa marca bondadosa del matrimonio y la familia: los esposos se complementan mutuamente y esto implica que vivan retos y pruebas de continuo. En ocasiones, son dificultades económicas, cuando falta el empleo; el inicio de proyectos familiares o tal vez la ausencia de salud en los miembros de la familia, incluso la pérdida de seres queridos. En todas estas situaciones se hace notar el plan de Dios para los esposos, que viven de la esperanza de encontrarse juntos luchando por un mismo ideal.
“¿Es cierto eso que dicen algunos, que los jóvenes no quieren casarse, especialmente en estos tiempos tan duros? Casarse y compartir la vida es algo hermoso. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero vale la pena animarse. Y en este viaje de toda la vida (…); los acompaña Jesús”, nos recuerda el Papa en su intención de oración del mes de junio.
A menudo, en la infancia, tenemos un ideario sobre el futuro: muchos imaginan viajar por el mundo, convertirse en un gran doctor, abogado, ingeniero y tantas otras cosas más. Pero según avanzamos en nuestro caminar, algunos coincidimos justo en el mismo sendero, hasta que pasado un tiempo el amor verdadero despierta y con ello el anhelo instintivo de hacer feliz a quien va de nuestro lado. Esta etapa es una de las más maravillosas, que abandona el egoísmo, el reconocimiento personal y el orgullo propio del individualismo.
Con todo, es importante reconocer cada día que debemos amar con sinceridad. Recordar la promesa “las adversidades no nos desalentarán” y estar dispuestos a perdonar. Los fallos humanos pueden aparecer y, si empañaran la belleza del matrimonio, rápidamente recurrir a pulirlo, con la comprensión y admiración de los aspectos positivos de la persona, pero más importante: saber caminar acompañados, porque, como nos recuerda el Papa, no estamos solos.
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